La pregunta “que es lo que se ve cuando no sabemos lo que estamos viendo?” me reta a olvidar mis pre-concepciones del mundo con tal de tratar de verlo como algo nuevo, como con una mirada sin referencia la cual me permita ver más allá de esa cotidianidad predeterminada de las cosas.
Al salir de las burbujas de confort generadas por nuestros logros o los de nuestra sociedad nos adentramos en lo indeterminado, donde todo tiene otras formas objetivas de verse y donde se renueva esa Capacidad De Asombro existencial que solíamos poseer durante nuestra infancia; cuando construimos nuestros propios sesgos perceptuales.
Cabe recalcar que la utilidad de percibir como lo hacemos fue funcional en su momento y data de nuestros ancestros quienes definieron el mundo con respecto a sus necesidades de supervivencia. Gracias a estas cualidades estamos aquí y somos de la manera que somos.
Somos la estirpe de los que adquirieron estas percepciones y a la vez quienes las mantenemos perdurando en el tiempo.
Sí usamos la imagen de una cicatriz, algo que ha acompañado la vida orgánica desde el principio de los tiempos, notamos que es natural para seres conscientes tener la intuición inherente de que una cicatriz tiene una historia detrás.
No sabemos cual es esa historia, sin embargo sentimos en todo caso que la sangre y el dolor fueron protagonistas por tener un fuerte impacto sobre nuestra psique. También habla del porque una imagen, una forma, un color o la combinación correcta de colores puede ser tanto sugestiva como sugerente.
Estamos vinculados con este conocimiento, sea este ancestral o arquetípico, o quizá también el resultado de vivencias, pero muy oculto a nuestra propia conciencia.